Desde chico, como su padre, tuvo una gran vocación por las tablas. Quiso incurrir como bailarín, músico, y comediante pero su timidez y los ataques de pánico escénico truncaron su prematura carrera artística. A fuerza de su tozudez e insistencia abordó los escenarios dirigiendo pequeñas obras y realizando espectáculos audiovisuales. Pero finalmente enfrentó al gran público cuando comenzó a dar clases de publicidad y producción gráfica para adolescentes que no tenían el menor interés en su materia y debía mantenerlos atentos durante las horas de clase.
Sin haber estudiado en Harvard su formación fue de lo más variada e incompleta: Electrotécnico, Maquinista Naval, Educador, Comunicador, Publicista, Diseñador, Fotógrafo, Documentalista, Recreólogo, Terapista Capilar, Bombero y Guía de Montaña. Incomprendido por su familia y amigos pudo plasmar estas diversas formas del saber en una profesión tan amplia como ambigua: “Creativo”.
En el terreno deportivo incursionó desde muy temprana edad en varias disciplinas: En fútbol no se destacó pero supo cumplir con precisión las consignas del entrenador: quedarse callado y sentado en el banco. En la plaza con sus amigos casi siempre jugaba de arquero ya que era el puesto que obtenía de forma automática al ser el último elegido del “Pan y Queso”.
También probó las artes marciales: judo y karate. Después de muchos golpes y esfuerzo para esquivarlos descubrió que se escondía en él un gran pacifista; un verdadero cinturón blanco de la paz.
Luego intentó con el básquetbol, donde mostró una gran habilidad en las pelotas bajas y en sorprender al contrario con carreras rápidas y repentinas que por lo general terminaban detrás del aro. A pesar del esfuerzo no pudo perfeccionar su técnica, ya que no estaba a la altura de las circunstancias ni de los contrincantes.
De adolescente jugó en una liga de sóftbol desafiando a equipos de principiantes y veteranos, compartió la cancha con jugadores conocidos por su talla como Alfredo Casero y Juan José Miramontes.
Finalmente de joven en su corta carrera náutica practicó natación de forma poco ortodoxa ya que se tiraba del trampolín parado, con ropa y nadaba en círculos con la cabeza afuera sin tocar el borde de la pileta.
En el plano amoroso nunca dejó de ser fiel a sí mismo. Ya de grande tuvo novias adolescentes y vivió un motón de situaciones que mostraban su inmadurez para con el otro sexo. Fue sorprendido en situaciones comprometidas varias veces y finalmente a los 35 años comenzó a dejar su pubertad. María Laura le regaló 3 hijos maravillosos.
Marcelo es un agradecido de la vida y aún hoy vive un niño dentro de él. Su biografía esconde una hermosa historia que merece ser leída e interpretada por un psicoanalista.
Sus hijos: Pablo, Sebastián y Santiago (2006).